ISADORE NABI

Conjunto de los medios de producción y de los hombres que los emplean para producir bienes materiales. La parte material de las fuerzas productivas, ante todo los medios de trabajo, constituye la base material y técnica de la sociedad. En nuestra época, se convierte en fuerza directamente productiva la ciencia. La fuerza productiva principal está formada por los trabajadores, que crean los instrumentos de producción, los ponen en movimiento, poseen experiencia y hábitos de trabajo. Las fuerzas productivas expresan la relación que existe entre el hombre y los objetos y fuerzas de la naturaleza, el grado en que éste los domina. En el proceso de producción de los bienes materiales, los hombres desarrollan y perfeccionan los instrumentos de trabajo, crean nuevas máquinas, aprenden a explotar las riquezas naturales, amplían sus conocimientos, van dominando las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad y de la naturaleza. Ello conduce a un crecimiento incesante de las fuerzas productivas. Por el influjo de este crecimiento y, ante todo, del perfeccionamiento de los instrumentos de producción, cambian las relaciones de producción, y se modifica también el modo de producción. A un determinado nivel de las fuerzas productivas corresponden determinadas relaciones de producción, en las que entran los hombres en el proceso de producción. “Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace, con qué instrumentos de trabajo se hace. Los instrumentas de trabajo no son solamente el barómetro indicador del desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino también el exponente de las condiciones sociales en que se trabaja” (C. Marx). En una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes. En las formaciones económico-sociales antagónicas -esclavista, feudal y capitalista- dicha contradicción se convierte en un conflicto insoluble, dado que las relaciones de producción, de forma de desarrollo de las fuerzas productivas, se convierten en un freno, en un grillete de ellas. La revolución social es la forma en que se expresa y se resuelve este conflicto (ver Ley de la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas). El capitalismo, después de haber desarrollado de manera gigantesca las fuerzas productivas, se convirtió en un obstáculo ingente para el progreso social.
Conjunto de relaciones económicas que se establecen entre los hombres, independientemente de su conciencia y de su voluntad, en el proceso de producción, cambio, distribución y consumo de los bienes materiales. Las relaciones de producción constituyen una parte necesaria de cualquier modo de producción. La producción social sólo puede darse cuando los hombres se unen para obrar en común, para establecer un intercambio de actividades. La base de las relaciones de producción se encuentra en las relaciones de propiedad sobre los medios de producción. El carácter de las relaciones de producción depende de quiénes sean los duelos de los medios de producción, de cómo se realice la unión de esos medios con los productores. La historia conoce dos tipos fundamentales de propiedad: la privada y la social. La propiedad privada expresa relaciones de dominio y subordinación, pues los dueños de los medios de producción tienen la posibilidad de explotar a los hombres carentes de propiedad. A lo largo de su desarrollo ascendente, las relaciones de producción basadas en la explotación del trabajo aparecen bajo las formas esclavista, feudal y capitalista. La propiedad social elimina las relaciones de explotación, da origen a la colaboración en los lazos de camaradería y a la ayuda mutua entre los hombres. En el régimen de la comunidad primitiva, existía en forma de propiedad colectiva gentilicia y tribal. Además de los tipos de relaciones de producción indicados, existen relaciones de producción transicionales, que combinan elementos de los diversos tipos de relaciones económicas en el período del tránsito de una formación económica-social a otra. Las relaciones de producción se desarrollan en conexión directa y en dependencia recíproca con las fuerzas productivas de la sociedad y actúan como forma de existencia y desarrollo de estas últimas. Las relaciones entre unas y otras son determinadas por la ley de la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas. En el marco de una formación económico-social concreta, las relaciones de producción se modifican por influjo del crecimiento de las fuerzas productivas, más su esencia permanece invariable. Se debe ello a los intereses de las clases dominantes que procuran consolidar y conservar las relaciones de propiedad existentes. En una determinada etapa del desarrollo de la sociedad, las relaciones de producción sustentadas en la propiedad privada se convierten en un freno para el avance sin obstáculos de las fuerzas productivas; entre éstas y aquellas surge un conflicto, resuelto por medio de una revolución social que derroca a la clase reaccionaria dominante e instaura nuevas relaciones de producción. La supresión de la propiedad capitalista y el establecimiento de la propiedad social socialista eliminan las contradicciones antagónicas entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, se abre un horizonte ilimitado a su desarrollo.
Modo de obtener los bienes materiales necesarios al hombre para el consumo productivo y personal. El modo de producción constituye la unidad de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. El cambio del modo de producción origina cambios del régimen social, sirve de base al desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, de toda la producción social. Gracias a los conocimientos adquiridos, a la experiencia y a los hábitos de trabajo, los hombres producen los bienes materiales, desarrollan las fuerzas productivas, que muestran el grado en que el hombre domina a la naturaleza. El nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas determina el carácter de las relaciones de producción. Las relaciones de producción o relaciones económicas, es decir, las que se establecen entre los hombres en el proceso de producción de los bienes materiales, influyen a su vez activamente sobre las fuerzas productivas, facilitando u obstaculizando su desarrollo. Si las relaciones de producción corresponden al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, como ocurre, por ejemplo, bajo el socialismo éstas se desarrollan sin obstáculos. En cambio, cuando las relaciones de producción dejan de corresponder al nivel de las fuerzas productivas, como es el caso en el capitalismo contemporáneo frenan el progreso de dichas fuerzas, se convierten en una traba, y se hace necesario sustituir el modo de producción caduco por otro nuevo, que corresponda al nivel más elevado de las fuerzas productivas. Este cambio de un modo de producción por otro se efectúa por vía revolucionaria. El fundamento económico de las revoluciones sociales se pone al descubierto gracias a una ley económica general: la ley de la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, descubierta por Marx. El papel decisivo en el sistema de las condiciones materiales de vida de la sociedad corresponde al modo de producción de los bienes materiales. Según sea el modo de producción, tal será en lo fundamental la sociedad misma -sus ideas, sus teorías, las concepciones y las instituciones políticas. El que se sustituya un viejo modo de producción por otro nuevo es resultado inevitable de la agudización de las contradicciones entre las fuerzas productivas en desarrollo y las relaciones de producción rezagadas. Tales contradicciones, cuando impera la propiedad privada sobre los medios de producción, poseen carácter antagónico y se manifiestan en la lucha de clases. En esta lucha alcanza la victoria la parte de la sociedad que se halla vinculada al modo de producción más avanzado y progresivo. Bajo el socialismo, las contradicciones en el desarrollo del modo de producción no presentan carácter antagónico y la sociedad las supera mediante el perfeccionamiento consciente de las relaciones de producción, a las que adecúa el nivel de las fuerzas productivas. Del modo de producción hay que distinguir la base económica de la sociedad, que es el conjunto de las relaciones de producción dominantes en tal o cual sociedad humana. La unidad del modo de producción y de la superestructura ideológica y política que corresponde a la base de una sociedad dada constituye una formación económico-social.
Sociedad humana en una determinada fase de su desarrollo histórico, caracterizada por el modo de producción y por la superestructura política y jurídica, por las formas de conciencia social, una y otras determinadas por dicho modo de producción. El concepto de formación económico-social se debe al marxismo y constituye la piedra angular de la concepción materialista de la historia proporciona la clave para explicar el curso y desarrollo de las relaciones sociales entre los hombres en el proceso de producción, de distribución y consumo de bienes materiales. En la historia de la humanidad se conocen cinco formaciones económico-sociales, que se han ido sucediendo consecutivamente unas a otras: la de la comunidad primitiva, la esclavista, la feudal, la capitalista y la comunista. Cada formación económico-social posee leyes económicas propias que rigen su aparición y desarrollo. Al mismo tiempo, en cada formación actúan leyes generales que enlazan a las formaciones todas en el proceso único, de la historia mundial de la humanidad. El modo de producción de los bienes materiales, base de cada formación económico-social concreta, constituye la unidad de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. El desarrollo de una determinada formación económico-social se expresa en el paso de una de sus etapas o fases a otra más elevada (por ejemplo, del capitalismo premonopolista al imperialismo, del socialismo al comunismo). En una determinada etapa, como consecuencia del conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción se hace necesario cambiar el viejo modo de producción por otro nuevo, más progresivo, cuyo establecimiento hace que también se transformen todos los demás aspectos de la vida de la sociedad. En las formaciones económico-sociales antagónicas que precedieron al socialismo, el nuevo modo de producción se estableció como resultado de la lucha de clases y de la revolución social llevada a cabo bajo la dirección, de la clase avanzada. El capitalismo es la última formación económica-social basada en la explotación del hombre por el hombre. La revolución socialista y la construcción del socialismo imprimen un cambio radical en el carácter del desarrollo de la sociedad. El modo comunista de producción se halla libre de contradicciones antagónicas, y las que surgen en su desenvolvimiento entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción se resuelven perfeccionando estos últimas. En la sociedad soviética, ha vencido plena y definitivamente el socialismo, primera fase de la formación económico-social comunista. Se crea la base material y técnica del comunismo, se perfeccionan las relaciones de producción, se eleva el nivel cultural y técnico de los trabajadores.
TIEMPO DE TRABAJO SOCIALMENTE NECESARIO[5]
Tiempo que se necesita para elaborar una mercancía en las condiciones de producción socialmente normales. En la economía mercantil basada en la propiedad privada, la magnitud del tiempo de trabajo socialmente necesario para elaborar un producto se establece espontáneamente en el curso de la competencia entre los productores de mercancías. El tiempo de trabajo socialmente necesario determina la magnitud del valor de la mercancía. Los capitalistas en cuyas empresas el tiempo individual de trabajo es menor que el socialmente necesario perciben, además de la ganancia habitual, una plusvalía extraordinaria. Los fabricantes que producen una mercancía sobre la base de un tiempo individual de trabajo mayor que el socialmente necesario, sufren perdidas y se ven obligados a mejorar la técnica de la producción, a elevar la productividad del trabajo. En caso contrario, se arruinan. Resulta, pues, que, en el capitalismo, la contradicción entre el tiempo individual de trabajo y el tiempo de trabajo socialmente necesario presenta un carácter irreconciliable, antagónico.”
Ley económica de la producción mercantil, ley del intercambio equivalente de mercancías de modo que la producción y el cambio de las mismas se efectúan a tenor del trabajo socialmente necesaria invertido en ellas. En la economía mercantil basada en la propiedad privada, la ley del valor regula espontáneamente la distribución de los medios de producción y de trabajo entre las distintas ramas de la economía nacional. En el régimen de la producción capitalista simple de mercancías, dicha ley actúa bajo el imperio de la lucha competitiva y la anarquía de la producción, a través del mecanismo de la desviación de los precios respecto al valor. La ley del valor, “en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos, se impone siempre como ley natural reguladora, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima” (C. Marx). Las fluctuaciones espontáneas de los precios en torno al valor obligan a los productores de mercancías a aumentar o reducir la producción de tales o cuales mercancías, a orientarse hacia las ramas en que los precios de las mercancías bajo el influjo de la demanda creciente, son superiores al valor, y a abandonar las ramas en que los precios de las mercancías, a consecuencia del descenso de la demanda, son inferiores al mismo. La acción espontánea de la ley del valor condiciono el desarrollo de las fuerzas productivas, el perfeccionamiento de la producción. Quien produce mercancías cuyo valor individual supere al valor social, al venderlas no cubre los gastos y se arruina. Quien aplica nuevas técnicas y en la producción de la mercancía invierte menos trabajo en comparación con los gastos socialmente necesarios se enriquece. Ello incita a los otros productores de mercancías a elevar el rendimiento del trabajo mediante nuevos procedimientos técnicos, organizando mejor la producción y reduciendo los costos. De tal modo, la ley del valor actúe acentuando la desigualdad económica y la lucha competitiva entre los productores de mercancías, conduce a su diferenciación en capas. La mayor parte de ellos se arruinan y van a engrosar las filas de los obreros asalariados; una minoría, se enriquecen, aumentan el volumen de la producción y se convierten en capitalistas. Por la acción de la ley del valor, la economía mercantil simple se transforma en economía mercantil capitalista. En la producción mercantil capitalista desarrollada, la ley del valor se manifiesta bajo la forma de la cuota media (general) de ganancia (ver), del precio de producción. Bajo el imperialismo, la acción de la ley del valor se hace más compleja y se intensifica su fuerza destructora a consecuencia del dominio de los monopolios, de la aparición del precio de monopolio y de la elevada ganancia monopolista. Como quiera que en la sociedad socialista existe la producción mercantil, la ley del valor actúa.” (Borisov & Zhamin, 2009, págs. 142-143).
PRODUCCIÓN MERCANTIL SIMPLE[6]
Producción basada en la propiedad privada de los medios de producción y en el trabajo personal de los productores, que elaboran artículos destinados a la venta en el mercado. Los representantes más típicos de la producción mercantil simple son los pequeños campesinos y los artesanos que no explotan trabajo ajeno. Dicho tipo de producción constituye un régimen económico que ha existido en diversas formaciones económico-sociales. Por su naturaleza, la producción mercantil simple posee un doble carácter. Como quiera que se basa en la propiedad privada sobre los medios de producción, el pequeño campesino o el artesano es un propietario y esto le aproxima al capitalista. Por otra parte, la producción mercantil simple tiene su raíz en el trabajo personal, el productor es un trabajador, y esto le aproxima al proletariado. La producción mercantil simple y la capitalista se diferencian entre sí por la fuente de que emana la propiedad privada sobre los medios de producción. En el primer caso, dicha propiedad se basa en el trabajo personal del productor; en el segundo se basa en la explotación de los obreros asalariados. En la economía mercantil simple son mercancía únicamente los productos del trabajo humano, mientras que, en la capitalista, la propia fuerza de trabajo del hombre se convierte en mercancía. La producción mercantil simple se desarrolla bajo la acción de la ley del valor, ley que, mediante la fluctuación de los precios de las mercancías y de la competencia en el mercado regula espontáneamente la distribución de los medios de producción y de la fuerza de trabajo entre las diferentes ramas de la producción. En la producción mercantil simple, la acción de esta ley lleva al desarrollo espontáneo de las fuerzas productivas. La magnitud del valor de la mercancía es determinada por el trabajo socialmente necesario. Los productores que utilizan una técnica más elevada y que organizan mejor la producción, producen sus mercancías con menos gastos que los socialmente necesarios. En cambio, la venta de las mercancías se efectúa a los precios que corresponden al trabajo socialmente necesario. Ello hace que el productor obtenga un excedente de dinero y se enriquezca, lo cual induce a los demás productores a introducir métodos de producción más perfeccionados. La producción mercantil simple es inestable. La acción espontánea de la ley del valor, las fluctuaciones de los precios y la competencia hacen que la economía mercantil simple se descomponga y que los productores se diferencien: unos (la minoría) se enriquecen; otros (la mayoría) se arruinan. El proceso de diferenciación de los productores en determinadas condiciones históricas – concretamente: cuando existe la propiedad privada sobre los medios de producción y la fuerza de trabajo se convierte en mercancía- da origen a la burguesía y al proletariado, engendra el capitalismo, constituye la base inicial para que nazca el modo capitalista de producción. Mas esta no implica la desaparición absoluta de la producción mercantil simple.
Modo de producción de los bienes materiales basada en la propiedad feudal sobre la tierra y la propiedad parcial sobre los trabajadores -campesinos siervos-, así como en la explotación de estos últimos por parte de los señores feudales. El feudalismo surgió como resultado de la descomposición del régimen esclavista y, en algunos países, del régimen de la comunidad primitiva. Lenin, al caracterizar el modo feudal de producción, destaca los siguientes rasgos fundamentales: 1) dominio de la economía natural, 2) concesión de medios de producción y de tierra al productor directo, y en particular fijación del campesino a la tierra, 3) dependencia personal del campesino respecto al terrateniente (coerción extraeconómica), 4) estado extraordinariamente bajo y rutinario de la técnica. En las condiciones del modo feudal de producción, la clase dominante es la de los terratenientes en la persona de la nobleza y del clero. La propiedad sobre la tierra era la base para obtener trabajo o productos no remunerados. El trabajo adicional no remunerado del productor directo (campesino siervo) o el producto obtenido mediante dicho trabajo y del que se apropian tos dueños de la tierra por medio de la coerción extraeconómica se llama renta feudal del suelo (ver). La producción artesanal y el comercio se concentraban en las ciudades y se organizaban bajo la forma de gremios de artesanos y corporaciones de mercaderes. En el régimen feudal existían dos clases principales: los señores feudales y los campesinos. Correspondía un gran papel a la Iglesia, que era un gran terrateniente feudal y ejercía una sensible influencia sobre todo el régimen social del feudalismo. A lo largo de toda la época feudal existió una lucha de clases entre explotadores y explotados. Esta lucha se reflejó, en particular, en las sublevaciones campesinas: la de Wat Tyler en Inglaterra (1381), la Jacquerie en Francia (1358), la guerra campesina en Alemania (1524-1525), las guerras acaudilladas por I. Bolotnikov (1606-1607), S. Razin (1670-1671) y E. Pugachov (1773-1775) en Rusia, y otras. El desarrollo de las fuerzas productivas en las entrañas del feudalismo constituyó la base material de la formación de las relaciones capitalistas y su consolidación. El proceso de la acumulación originaria del capital) aceleró la preparación de las condiciones materiales para que vencieran las relaciones capitalistas de producción. El modo feudal de producción se suprimió como resultado de las revoluciones burguesas, que le asestaron un golpe demoledor. En Rusia, la reforma de 1861 abolió la servidumbre, pero no elimino importantes restos del feudalismo. La existencia de supervivencias feudales bajo el aspecto de la gran propiedad terrateniente, el sistema de prestación personal, etc., en la actualidad son singularmente característicos de varios países de África, Asia y América Latina.
ACUMULACIÓN ORIGINARIA DEL CAPITAL [8]
Proceso histórico que precedió a la formación de la gran producción capitalista y separó de los medios de producción al productor. La acumulación originaria del capital va acompañada: 1) de la ruina en masa de los productores de mercancías (sobre todo campesinos) y su transformación en individuos desposeídos, jurídicamente libres, carentes de medios de subsistencia y, por ende, obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas; 2) de la acumulación de riquezas monetarias en manos de determinadas personas, riquezas necesarias para erigir empresas capitalistas. “Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados. La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción.” (C. Marx). En Inglaterra, el proceso de la acumulación originaria del capital supuso la expropiación violenta de los campesinos, de cuyas tierras se apoderaron los grandes propietarios, quienes las convertían en pastizales para ovejas. Los campesinos desposeídos de sus tierras quedaban reducidos a la condición de personas carentes de bienes y, en última instancia, se veían obligados a someterse a la esclavitud capitalista. El gobierno feudal de Inglaterra dictaba leyes inhumanas contra las persones desamparadas, sin medios de subsistencia, que vagaban por todo el país; las empujaba hacia las empresas capitalistas las doblegaba a la disciplina cuartelaria del trabajo capitalista. El saqueo de las colonias los empréstitos estatales, el sistema tributario y la política proteccionista influyeron en no poca medida para que determinadas personas, sobre todo mercaderes, reunieran en sus manos grandes capitales. El Estado promulgaba leyes draconianas contra los expropiados, limitaba el salario de los obreros, establecía una prolongada jornada de trabajo. El proceso de la acumulación originaria del capital no se produjo simultáneamente en los diversos países, y en cada uno de ellos presenta rasgos específicos. En Inglaterra, Holanda y Francia, tuvo lugar en los siglos XVII-XVIII; en los países económicamente atrasados acaeció incluso en el siglo XIX. En Rusia, el proceso se extiende a lo largo de los siglos XVII-XIX y culmina con la reforma campesina de 1861, que arruinó en masa a los campesinos, los dejó sin tierras y convirtió a gran número de ellos en proletarios. Mas, en todas partes, la acumulación originaria del capital supuso la expropiación violenta, por métodos crueles, de los productores directos.
Formación económico-social, segunda forma de la sociedad dividida en clases, precedida por el régimen esclavista y seguida por el capitalismo, última formación social basada en la explotación del hombre por el hombre. Los clásicos del marxismo-leninismo emplean algunas veces el término “servidumbre” como sinónimo de “feudalismo”.
Comparadas con las fuerzas productivas del capitalismo, las de la sociedad feudal aparecen como poco desarrolladas y estancadas, pero en relación a las de la antigüedad, constituyen un gran paso adelante (perfeccionamiento de la fundición y del tratamiento del hierro, empleo generalizado del arado y otros instrumentos de hierro, así como del molino movido por el agua). En determinado grado del desarrollo de la sociedad feudal, se acentúa netamente la división del trabajo entre la agricultura y los oficios, mientras la producción artesanal de la ciudad crece con su técnica manual diferenciada. Finalmente, en el grado superior del feudalismo, surge la manufactura. Antes de la aparición de la manufactura, las relaciones de producción feudales correspondían al carácter de las fuerzas de producción cuyo desarrollo favorecían. Las relaciones de producción feudales podían desempeñar ese papel, ante todo, gracias a la liberación parcial del productor inmediato. Como no se podía matar al siervo –aunque se le podía vender y comprar– como éste poseía una explotación y una familia, se mostraba algo interesado en su trabajo y daba pruebas de cierta iniciativa necesaria a las nuevas formas productivas. Las relaciones de producción feudales tienen por fundamento la producción agrícola, mientras que los trabajadores son los desheredados. Lo que caracteriza también la forma feudal de la propiedad de los medios de producción, es que el señor feudal es propietario parcial del trabajador (coerción económica) y los trabajadores (campesinos y artesanos) propietarios de una parte de los medios de producción, como resultado de su trabajo personal. Las relaciones de los señores y de los campesinos, clases fundamentales de la sociedad feudal, y su papel en la producción, derivan de la forma feudal de propiedad. Bajo una u otra forma, los señores conceden tierras a los campesinos y los obligan a trabajar para ellos, se apropian de una parte de su trabajo o de sus productos (renta feudal o tributo). Los campesinos y los artesanos pertenecen, en un sentido amplio de la palabra, a una misma y única clase de la sociedad feudal, y sus relaciones no son antagónicas. Bajo el feudalismo, las clases y los grupos sociales constituyen órdenes. La forma de repartición de los productos depende enteramente de la situación y de las relaciones de los grupos sociales en la producción. Los comienzos del feudalismo se caracterizan por el dominio absoluto de la economía natural. Con el desarrollo de los oficios, la producción mercantil adquiere una importancia cada vez mayor tanto en la ciudad como en el campo. Aunque la producción mercantil feudal haya preparado ciertas condiciones para la producción capitalista, no hay que confundirla con la producción mercantil capitalista.
El sistema principal de explotación bajo el feudalismo es la renta feudal que aumenta a medida que se pasa de una forma a la siguiente: la “corvea” (trabajo gratuito en la tierra del señor), el tributo en especie y el tributo en dinero. El sistema de la “corvea” propio del feudalismo en los países de Europa Oriental no constituye un simple retorno a la forma primera, sino que lleva en sí los gérmenes de la tercera: producción para el mercado. Con la aparición de la manufactura (siglo XVI), comienza a manifestarse en las entrañas de la sociedad feudal la contradicción cada vez más profunda entre el carácter nuevo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción feudales que se convierten en freno del desarrollo de esas fuerzas. Lo que se llama la acumulación primitiva prepara el advenimiento de la clase de los obreros asalariados y de la clase de los capitalistas.
Debido al carácter antagónico de su economía, toda la vida de la sociedad feudal se halla sacudida por la lucha de clases. Por encima de la base feudal, se eleva la superestructura que le corresponde: el Estado, la Iglesia, la ideología, superestructura que sirve celosamente a la clase dominante, que la ayuda a reprimir la lucha de los trabajadores contra la explotación feudal. Por regla general, el Estado feudal atraviesa una serie de etapas: del parcelamiento político (el feudo es un “pequeño Estado”), a la monarquía absoluta pasando por la monarquía feudal. La forma ideológica predominante bajo el feudalismo es la religión.
La lucha de clases, que se acentúa, ofrece la posibilidad a la joven burguesía de ponerse a la cabeza de la insurrección de los campesinos y de los elementos plebeyos de las ciudades, de apoderarse del poder y destruir las relaciones de sociales de producción feudales. Las revoluciones burguesas del siglo XVII en Inglaterra y del siglo XVIII en Francia, aseguraron el dominio de la clase burguesa (que en ese entonces era una clase avanzada) y conformaron las relaciones de producción al carácter de las fuerzas productivas.
Actualmente, la burguesía imperialista sostiene y refuerza los vestigios del feudalismo, numerosos en muchos países capitalistas. En los países de democracia popular (ver), esas supervivencias fueron liquidadas por medio de reformas agrarias democráticas. Los pueblos de los países coloniales y dependientes luchan a la vez contra el feudalismo y el imperialismo: cada golpe asestado al feudalismo es un golpe asestado al imperialismo.
Formación económico social establecida como resultado de la descomposición y hundimiento del régimen esclavista o del régimen de la comunidad primitiva; ha existido en casi todos los países. Las clases principales de la sociedad feudal son las constituidas por los señores feudales y por los campesinos. La clase dominante y explotadora de los señores abarcaba a la nobleza y al alto clero. Dentro de la clase dominante, existía una división jerárquica en estamentos, una subordinación de los pequeños señores feudales a los de mayor poderío. La Iglesia era una gran potencia feudal. Los campesinos explotados carecían de derechos políticos y jurídicos. En las ciudades, la masa principal de la población se hallaba constituida por maestros, oficiales, aprendices y trabajadores no calificados. La base de las relaciones de producción dominantes bajo el feudalismo era la propiedad del señor feudal sobre los medios de producción, en primer lugar, sobre la tierra, y la propiedad incompleta sobre el trabajador, la cual se expresaba en diversos tipos de dependencia personal del campesino respecto a su señor. Bajo el feudalismo, las fuerzas productivas sólo podían desarrollarse sobre la base del trabajo de los campesinos dependientes, quienes poseían su hacienda, instrumentos de trabajo insignificantes y se sentían algo interesados materialmente en el trabajo. El modo feudal de producción se caracterizó por la sucesión de tres tipos de renta de la tierra: trabajo gratuito en la tierra del señor (corvea), renta en especie y renta en dinero. La renta de la tierra constituía la forma específica de explotación en la sociedad feudal y con mucha frecuencia la renta no era sólo el producto del trabajo suplementario de los campesinos siervos, sino, además, una parte del producto de su trabajo necesario. El régimen del feudalismo se caracteriza por la economía natural y por el nivel bajo y rutinario de la técnica. La superestructura de la sociedad feudal se distingue por varios rasgos: el Estado feudal, por lo común aparecía bajo el aspecto de monarquía estamental o absoluta; en la vida espiritual de la sociedad, imperaba la ideología religiosa. El pensamiento social, en sus líneas fundamentales, se desarrollaba bajo una forma religiosa. Toda la historia de la sociedad feudal se halla saturada de la lucha de clases. Las sublevaciones campesinas, aunque en la mayor parte de los casos se llevaban a cabo bajo una bandera religiosa, conmovieron al régimen feudal, aceleraron su hundimiento. Al feudalismo le sucedió el capitalismo.
EL FEUDALISMO COMO EJE CENTRAL DE LA EDAD MEDIA[11]

El feudalismo fue el régimen imperante hasta el siglo XII, cuando aparecieron las primeras ciudades de la época.
El feudalismo fue el sistema político imperante en Europa Occidental en la Edad Media. Se basa en la descentralización del poder: en la cúspide del poder se encontraba el emperador o el rey y en la base los campesinos, que estaban superditados a los nobles, que ocupaban la posición intermedia en la sociedad y ejercían el poder con autonomía e independencia.
Tras una época de continuas guerras y en un clima de inseguridad e inestabilidad, al hombre libre no le quedó más opción que superditarse al noble que dominara las tierras en la que vivía y establecer así una relación de vasallaje. El vasallo recibía una pequeña porción de tierra para cultivar y autoabastecerse y debía pagar unas rentas al señor que poseía esas tierras. El señor, a cambio, le ofrecía protección militar. Esta relación recíproca era de un gran provecho para el señor, que además de posicionarse superiormente al vasallo, también ejercía una coacción socialmente aceptada.

La vida de los campesinos en la Edad Media era muy dura. La población se basaba en la agricultura y más del 90% era cultivo de cereales. Era una agricultura muy poco avanzada y dirigida al abastecimiento más inmediato: la nobleza era propietaria de la tierra y era muy adversa a las novedades, por lo que las nuevas técnicas agrícolas y el cultivo de nuevos alimentos tardó mucho en realizarse, alrededor de finales del siglo XI. Se introdujo la rotación trienal: la superficie para cultivar se dividió en tres y se iban rotando los cultivos. Un año trigo, el siguiente otro cereal y el tercero se dejaba a la parcela descansar. Al alternar cultivos la tierra no se sobreexplotaba y producía más y mejores cosechas.
Los siervos trabajaban para mantener al clero y a la nobleza ya que en la sociedad feudal les correspondía el estamento más bajo. Pese a que eran la grandísima mayoría de la población en la Edad Media, les correspondía mantener a los demás estamentos –clero y nobleza- ya que socialmente eran considerados superiores. Hasta que no hubo una mejora de la agricultura en toda Europa no pudo cambiar la situación: en el siglo XII las aldeas se multiplicaron, la población aumentó y también lo hizo la producción. Surgieron las primeras grandes agrupaciones de población: el origen de las ciudades.
La mayoría de las ciudades romanas pasaron a ser centros de administración eclesiástica y estaban dentro del señorío territorial del señor feudal. Tenían muy poca población, pero a partir del siglo XII se produjo un gran cambio: una mayor población vino tras el avance agrícola, que también trajo desarrollo económico. Las viejas ciudades romanas o antiguos burgos volvieron a poblarse y apareció la ciudad medieval. En el siglo XIII algunas ciudades como París y Florencia alcanzaron los 100 000 habitantes.

LA AGRICULTURA EN LA EDAD MEDIA[12]

En la Edad Media la agricultura sufrió muchos cambios. Los nobles y el clero eran considerados los miembros más importantes de la sociedad feudal. Sin embargo, ellos nunca fueron la mayoría: en la Edad Media, casi todas las personas eran campesinos.
No todos los campesinos tenían la misma categoría y condición social. Muchos de ellos eran hombres libres. Entre éstos, algunos eran pequeños propietarios que vivían de sus propias tierras, mientras que otros, los colonos, le arrendaban al señor feudal una pequeña parcela de tierra llamada manso.
Otros campesinos, en cambio, eran considerados casi como esclavos: los siervos. Los siervos eran los únicos que trabajaban para mantener al clero y a la nobleza y que pagaban impuestos.
Gracias a una mejora climática y a una serie de adelantos tecnológicos, la agricultura prosperó hacia fines del siglo XI. Entonces, la población creció y las aldeas se multiplicaron.
Desde comienzos de la Edad Media, la vida comercial y urbana se había estancado considerablemente. Por ello, la tierra se convirtió en casi la única fuente de riqueza: más del 90 por ciento de la población feudal basada, sobre todo, en el cultivo de cereales. Sin embargo, la agricultura se hallaba muy poco desarrollada, pues la nobleza, propietaria de la tierra, era adversa a las novedades y gastaba su dinero en armas y objetos lujosos en vez de destinarlo a la introducción de nuevas técnicas agrícolas o al mejoramiento de las que ya existían. Esta situación empezó a cambiar a fines del siglo XI.

Muchos campesinos en la Edad Media eran siervos. Los siervos descendían, en su mayoría, de los antiguos esclavos.
La servidumbre era hereditaria: un siervo pertenecía por nacimiento al patrimonio de su señor y no podía jamás abandonar su feudo. Se los trataba como a una cosa y su amo disponía de su cuerpo, de su trabajo y de sus bienes.
Por eso, el señor que tenía siervos podía venderlos o regalarlos y, si lo consideraba necesario, castigarlos. Estos castigos eran crueles: se los azotaba, se los marcaba con hierro caliente o se les cortaba las orejas, entre otros suplicios.
Algunos siervos realizaban trabajos domésticos: los siervos ministeriales. Éstos generalmente eran mantenidos en la vivienda de su amo o en alguna de sus granjas.
Otros siervos, en cambio, cultivaban las tierras del señor: los siervos de la gleba. Estas tierras eran llamadas mansos serviles. Los siervos de la gleba tenían su propia casa, subsistían con el producto de su propio trabajo y, en caso necesario, podían vender lo que les sobraba de su cosecha. Por eso, su mantenimiento no dependía directamente de su amo.
Los hombres libres o francos se clasificaban en colonos y villanos. Los colonos arrendaban una parcela de tierra al señor: los mansos ingenuos. Estos mansos se heredaban de generación en generación, por medio de un contrato.
Los villanos, en cambio, eran pequeños propietarios que vivían en aldeas del fruto de sus propias tierras, al margen de todo señor. Las tierras que trabajaban era llamadas alodios. En muchos lugares de Europa como, por ejemplo, en Italia y en algunos lugares de Francia, los villanos eran la mayoría.
Los señores feudales tenían la obligación de defender a las personas que vivían de sus tierras y darles refugio en tiempos de guerra.
A cambio, recibían de ellos una renta anual en dinero, en productos agrícolas o animales, el censo; una contribución si éstos se casaban, y parte de su herencia. Entre estas obligaciones se incluían, también, las siguientes:
– Trabajar durante un determinado número de días en las tierras particulares del señor: la corvée.
– Pagar una tasa llamada banalidad por usar los monopolios del castillo: el molino, la prensa de vino, el horno y los puentes, entre otras cosas más.
– Contribuir con una suma indeterminada de dinero, cada vez que el señor lo requería: la talla.

De todas las obligaciones que se contraían con el señor feudal, la más odiada fue la talla. La talla empezó como un deber de todo subordinado de ayudar a su señor. Al principio, era un regalo excepcional al que el señor recurría sólo en caso de emergencia. Con el tiempo, la talla fue reclamada por los señores feudales cada vez con más frecuencia. El problema de este impuesto era que la suma de dinero que debía entregarse no estaba fijada por ninguna ley. Esto hizo que la talla se volviese una carga totalmente injusta, dependía de la voluntad del señor. Por eso, muchos miembros de la Iglesia se opusieron a ella y la talla fue motivo de sangrientas revueltas campesinas.
La autoridad del señor feudal estaba reforzada porque poseía el poder o ban que antes había pertenecido al rey. Gracias al ban, el poder del señor en sus dominios era casi total. Entre las cargas impuestas a los campesinos, las más características fueron las que derivaron de este poder: las banalidades.
Las banalidades fueron monopolios que los señores feudales se atribuyeron en perjuicio de los cultivadores. Unas veces, se reservaban la venta del vino o de la cerveza; otras, asumían el derecho exclusivo de proporcionar el toro necesario para la reproducción de los rebaños. Con más frecuencia, obligaban a los campesinos a moler los granos en su molino, hornear el pan en su horno y prensar la uva en su prensa.
Las condiciones de vida de los campesinos fueron muy diversas. Durante el feudalismo, la proporción de siervos y hombres libres varió mucho según los siglos y las religiones. Además, dentro de estas dis categorías existían muchas diferencias tanto en las leyes que los regían como en el grado de prosperidad.
A pesar de estas diferencias, la mayoría de los campesinos vivía en situación de pobreza, explotación y dependencia. El anhelo por parte de muchos siervos por conseguir su libertad y los repetidos esfuerzos del campesinado libre para obtener algún beneficio fueron motivo de frecuentes revueltas.
La vida de los campesinos eran muy rústicas. Casi todas las cosas que necesitaban las fabricaban ellos mismo: sus casas, sus vestidos, sus cubiertos y sus muebles, entre otras cosas más.
La choza de una familia campesina componía, generalmente, de una sola habitación con una mesa, algunos bancos y unos colchones de paja. la ventanas. Las ventanas se cerraban con maderas o telas, pues el vidrio era escaso y caro. En las chozas, también dormían animales, separados de los hombres por un tabique de madera.

La amplia familia campesina a la que pertenecía un campesino estaba formado por sus parientes por línea masculina y femenina y sus cónyugues. Todos ellos quedaban ligados por sus relaciones con el jefe de grupo: el padre (o en su defecto, la madre) de la rama más antigua de la familia. A este grupo de parentesco se le reconocía a menudo la tenencia de un arrendamiento campesino, que no podía ser rescindida mientras el grupo existiera. Tal familia, compartiendo el mismo «caldero, fuego y lecho», trabajando los mismo e indistintos campos, arraigaban en idéntico trecho de tierra durante generaciones, constituía una unidad social de gran cohesión.
El hambre fue el gran enemigo de los campesinos medievales. Esto se debía, por un lado, a que gran parte de su cosecha iba a caer en manos del señor feudal, y por otro, a que las cosechas no eran abundantes y a la incapacidad de almacenarlas.
Por eso, los campesinos solían estar muy mal alimentados: la dieta campesina se basaba en el pan, legumbres, el vino y la cerveza. La carne se reservaba sólo para las grandes fiestas y el pescado se consumía muy pocas veces.
Debido a la mala alimentación, los campesinos eran presas fáciles de las epidemias como, por ejemplo, la viruela y el sarampión. Como en aquella época no existían muchos médicos ni medicinas, los enfermos morían con facilidad y la gente moría muy joven.
Los únicos momentos en que los campesinos se olvidaban de sus penurias eran las épocas de fiesta. Las principales fiestas eran religiosas, y entre ellas destacaban la Navidad y la Pascua, fechas en la que se celebraban bellas procesiones.
También eran muy importantes los carnavales. En esa fecha, la gente se disfrazaba, cantaba y bailaba. Además, se realizaban fiestas para celebrar la cosecha y la matanza del ganado.
A veces llegaban a la aldea artistas ambulantes que recitaban poemas y realizaban juegos, malabares y números con animales.

Hacia fines del siglo XI, la producción agrícola comenzó a elevarse. Este fenómeno se debió en gran parte, a un calentamiento del clima, y a una menor humedad que propició las actividades agrícolas.
Además, se produjo una serie de importantes avances tecnológicos en el trabajo del campo, que contribuyeron a un aumento de los rendimientos. En el siglo XIII, el proceso de expansión agrícola llegó a su punto máximo.
Los adelantos técnicos buscaron aumentar las cosechas en las regiones que carecían de tierras vírgenes. Fueron tres las principales innovaciones que se hicieron en aquella época:
- El empleo del arado de ruedas en lugar del arado romano, que no las tenía. La diferencia fundamental entre ambos instrumentos residía en la reja, que permitía el arado de ruedas no sólo abrir surcos sino, también, remover a tierra. Esta operación se facilitaba con el uso de la vertedera u orejera, que aireaba mejor el terreno.
- La sustitución del buey por el caballo para arar los campos. Aunque el caballo era más caro y a veces incapaz de trabajar en terrenos difíciles como, por ejemplo, las regiones montañosas, este animal araba más de prisa y oreaba mejor el suelo.
- La introducción de la rotación trienal, que consistía en alternar cultivos diferentes en cada una de las tres parcelas en las que se dividía un campo de cultivo: el primer año se sembraba trigo; el segundo año, otro cereal o leguminosa y el tercer año, se dejaba descansar el campo.

Al alternar los cultivos, los suelos no se agotaban. Este sistema reemplazó la rotación bienal, que consistía en la intercalación del descanso de un campo entre dos años de cosecha.
Una innovación muy especial a fines del siglo XI fue la difusión de las herrerías en las aldeas: ello permitió a los aldeanos forjar sus propios instrumentos sin depender de los talleres del señor feudal. No obstante, su repercusión en las técnicas agrícolas fue muy limitada. Los instrumentos de hierro siguieron siendo muy caros. Por eso, solo los más ricos pudieron adquirirlos y, en general, se continuó trabajando con herramientas de madera. Detrás del arado, por ejemplo, los hombres deshacían los terrones con mazas de madera.
Con el aumento de la producción agrícola, la alimentación mejoró y las hambrunas y las enfermedades disminuyeron. Entonces, la población aumentó.
El aumento de la población obligó a buscar nuevas tierras agrícolas. Entonces, comenzaron los grandes movimientos de roturación. Se cortaron muchos árboles y, de esta manera, los territorios boscosos se aprovecharon para la agricultura.
Además, se ganaron tierras secando pantanos o zonas cercanas al mar y construyendo redes de canales de drenaje, cuyo mantenimiento implicó una constante atención. Las roturaciones cambiaron los paisajes de Europa Occidental.
Como consecuencia del desarrollo de la agricultura hubo, también, excedentes en el campo. De esta manera, el comercio se revitalizó.
Asimismo, las roturaciones provocaron la fundación de nuevas aldeas a las que acudieron campesinos de tierras lejanas.

Cuando la población aumentó, fue necesario cultivar terrenos nuevos. Desde el siglo XI hasta el siglo XIII, la conquista de nuevas tierras fue uno de los fenómenos más importantes de la historia europea. El fuego, la tala y el arado hicieron retroceder los bosques hasta reducirlos, a veces, a manchones desperdigados que se debían defender de los cultivadores, pues se corría el riesgo de quedarse sin madera. También se ganaron, tierras a los pantanos y zonas costeras. Muchas de estas conquistas fueron obra de campesinos aislados. A estas empresas campesinas se sumaron las roturaciones dirigidas por los señores feudales, tanto laicos como religiosos, que establecieron en sus dominios leñadores y roturadores.
VIDA URBANA EN LA EDAD MEDIA[13]

La vida urbana en la Edad Media en Europa fue prácticamente inexistente. La mayoría de las ciudades romanas quedaron convertidas sólo en centros de administración eclesiástica y pasaron a formar parte del señorío territorial de un señor feudal, laico o religioso. Muy pocas personas vivían en ellas.
Sin embargo, a partir del siglo XII esta situación cambió. Como consecuencia del aumento demográfico, del desarrollo económico y de la necesidad de los mercaderes de establecerse en un lugar fijo, las ciudades recobraron su importancia.
Entonces, las viejas ciudades romanas o antiguos burgos volvieron a poblarse y a su lado, aparecieron nuevos burgos: de la fusión entre los antiguos y los nuevos burgos nació la ciudad medieval. A los pobladores de las ciudades medievales, se los llamó burgueses.
Este gran desarrollo urbano llegó a su máximo esplendor en el siglo XIII en el que algunas ciudades como, por ejemplo, París. Milán, Venecia y Florencia, alcanzaron los 100 000 habitantes.
El nacimiento de las ciudades, vida urbana en la Edad Media
“Ciudades nacidas del despertar comercial, pero también del progreso agrícola del Occidente, que empezaba a alimentar mejor en víveres y en hombres a los centros urbanos. No queda otro recurso que atribuir el nacimiento y el progreso de las ciudades medievales a un complejo conjunto de estímulos y en particular, a grupos sociales diversos (…) Las regiones más fuertemente urbanizadas del Occidente medieval (…) son regiones a las que convergen grandes rutas comerciales: Italia del Norte (…); Alemania del Norte y Flandes (…). Pero esas regiones son al mismo tiempo, las que poseen las llanuras más ricas, las que disfrutan de los progresos más seguros de la rotación trienal, las que emplean con mayor extensión el arado y el caballo de labor.”
J. Le Goff, La civilización del Occidente medieval
Las ciudades medievales eran, en su mayoría, pequeñas: pocas superaban los 10 000 habitantes y no muchas tenían más de 5 000 habitantes. En las ciudades más pequeñas se concentraba y luego, se distribuía la producción agrícola de los alrededores. Las ciudades más grandes abarcaban un territorio mayor: servían a varias pequeñas, o a todo un país. Así, por ejemplo, Londres, con 40 000 habitantes hacia el siglo XIII, era el principal punto de confluencia de los productos ingleses, y el distribuidor de las importaciones que llegaban a Inglaterra procedentes de otros países.

Con el renacimiento comercial, las ciudades se convirtieron en centro de atracción de muchas personas de diferente condición social y económica.
Las ciudades medievales atrajeron a una enorme cantidad de mercaderes que se establecieron en ellas y que, con el tiempo, llegaron a dominarlas. La mayoría estaba situada cerca de un río, del mar o de un camino importante. Este hecho las convirtió en centros comerciales.
Las ciudades también se convirtieron en centros de atracción para los campesinos que buscaban mejores oportunidades. Algunos siervos llegaron a ellas huyendo de los señores feudales. Los campesinos libres lo hicieron atraídos por la creciente actividad artesanal y comercial.
Con ello, estos campesinos se convirtieron en artesanos. Ellos pasaron a ser la mano de obra de la industria destinada, por un lado, a satisfacer las necesidades de una población urbana cada vez mayor, y por otro, a generar artículos que pudieran ser comercializados fuera.
Por último, en algunos casos como, por ejemplo, en muchas ciudades del sur de Francia y en la mayoría de las ciudades italianas, los señores feudales abandonaron sus castillos para residir en las ciudades, dedicándose, también, al comercio.
Entonces, las ciudades se volvieron centros de consumo, de producción artesanal y, a la vez, de redistribución.

A pesar de que cada ciudad medieval tenía rasgos propios, la mayoría compartía ciertas características.
Eran recintos amurallados, lo que aseguraba su paz. Como los antiguos burgos también tenían murallas, fue muy frecuente que las ciudades tuviesen dos murallas: la antigua y la nueva. Sus puertas se cerraban en la noche y se abrían de nuevo en la mañana.
En su interior, las casas casi siempre tenían tres pisos: el primero, construido de piedra, servía de taller y de tienda; el segundo y el tercero, en cambio, se usaban como vivienda y eran de madera. El uso de este material en las viviendas ocasionaba frecuentes incendios en las ciudades.
Entre los edificios urbanos destacaban las iglesias, el palacio episcopal, y más tarde, el palacio comunal, que fue la sede administrativa de la ciudad. En el centro de la ciudad o cerca de una de sus puertas de acceso solía encontrarse la plaza del mercado, donde se desarrollaba la actividad comercial.
Las calles eran estrechas y por ello, oscuras. No había sistemas de alcantarillado por lo que las ciudades solían tener malos olores. La gente se abastecía de agua en pozos y canales.
Con el paso del tiempo, las ciudades perdieron sus murallas, los barrios se especializaron por el oficio de sus habitantes y comenzaron a crecer desordenadamente.
El renacimiento de la artesanía
EI atractivo que las ciudades medievales ejercieron sobre los campesinos la liberación del campo, a partir del siglo XII, cierta cantidad de mano de obra que trabajó en la industria urbana. En la Edad Media la industria no contaba con grandes maquinarias y su producción era limitada, es decir, era de tipo artesanal. Por eso. a los obreros se los llamó artesanos. Los artesanos medievales del siglo XII retornaron a las viejas técnicas olvidadas y aprendieron, a la vez de los artesanos del Islam y de Bizancio. A diferencia de Europa occidental, estas regiones contaron con una industria muy desarrollada a lo largo de toda la Edad Media.

“EI principal papel de la ciudad en la Baja Edad Media consistía en la atracción que ejercía el mundo exterior. La fuerza de esta atracción variaba en proporción directa con la importancia de la ciudad. El horizonte de las grandes ciudades era internacional, el de las pequeñas simplemente regional. Pero es importante hacer notar que la zona de atracción de la gran mayoría de las ciudades medievales se limitaba al territorio circundante (…) C.E Perrin al estudiar la ciudad de Metz en el siglo XIII calcula que la mayor parte de los inmigrantes que llegaban a ella procedían de distancias menores de 40 km: P. Wolff observó un fenómeno semejante en Toulouse.”
J. Le Goff, La civilización del Occidente medieval
Los mercaderes en las ciudades
EI poderío económico de los mercaderes estuvo estrechamente vinculado al desarrollo de las ciudades que fueron sus centros de negocios. En el siglo XIII, las ciudades estaban dominadas por ellos.
Los grandes mercaderes, a los que a veces se unieron los nobles, ocuparon los puestos de gobierno y constituyeron un patriciado urbano, que controló la vida municipal y que no encontró oposición violenta hasta la crisis del siglo XIV.
Este patriciado también monopolizó la dirección económica de las ciudades.

El papel protagónico en el desarrollo de las ciudades lo tuvieron sus habitantes: los burgueses. Bajo este nombre pasó a designarse a todas aquellas personas cuya riqueza se basaba en el dinero y no en la tierra.
El enriquecerse con dinero y no dedicarse a actividades rurales, distinguió a los burgueses de los campesinos y de la nobleza feudal. Por eso formaron una nueva clase social: la burguesía.
La aparición de la burguesía rompió el rígido esquema de la sociedad feudal de órdenes. La mayoría de los burgueses no pertenecía a ninguno de los órdenes. Ellos eran mercaderes, y artesanos especializados en diversos trabajos: panaderos, herreros y carpinteros, entre otros oficios.
Libertades urbanas y burguesas
Algunas ciudades acogieron a los señores feudales. En esos casos, la nobleza invirtió su riqueza en el comercio, se dedicó personalmente a los negocios y acaparó los cargos políticos de la ciudad. De esta manera la nobleza se aburguesó.
En otras ciudades, en cambio, los mercaderes plebeyos acapararon el poder y, al hacerlo, buscaron liberarse del control que ejercía sobre ellos la nobleza. Sus ciudades estaban en las tierras de algún señor feudal. Para resolver este problema, algunos mercaderes optaron por aliarse a los nobles casándose con ellos o comprándoles sus títulos de nobleza. En esos casos fueron los burgueses los que se ennoblecieron.
Sin embargo, generalmente, los burgueses se libraron del dominio feudal emprendiendo sublevaciones y contratando mercenarios que forzaron a la nobleza a renunciar a sus derechos.
En otros casos, recurrieron al apoyo de los reyes, a quienes les interesaba doblegar a la nobleza.
A cambio de apoyo financiero, las ciudades recibieron de los monarcas cartas de libertades que las colocaban directamente bajo la autoridad real -sustrayéndolas del control de los señores-, las autorizaban a administrar justicia por sí mismas y otorgaban libertad personal a sus habitantes.
También obtuvieron de los monarcas el derecho de autogobernarse, lo que posibilitó la formación de gobiernos comunales, que recibieron diversos nombres: ayuntamiento, señorío o comuna. Los privilegios otorgados a las ciudades debilitaron los esquemas feudales.
La Iglesia no vio con buenos ojos el rápido ascenso de la burguesía. Sus ocupaciones encaminadas a acumular dinero fácil fueron consideradas por los clérigos síntomas de avaricia. Por eso, pasaron a formar parte de una lista de oficios deshonrosos. Por otro lado, los intereses que algunos mercaderes cobraban por sus préstamos fueron calificados de usura.
Con el tiempo, sin embargo, la Iglesia se volvió más tolerante con los burgueses, que eran muy religiosos, y convino en que eran necesarios para la sociedad.

Con el comercio y el lento cambio de una sociedad rural a una urbana, las relaciones sociales se transformaron y el sistema feudal entró en crisis. Como cada día la economía se orientaba más al dinero, la tierra comenzó a perder el valor que tenía dentro del régimen feudal. Entonces surgió una nueva noción de riqueza: la riqueza comercial, que consistía en dinero o en productos comercializables estimables en dinero.
Como la clase feudal fue muy conservadora, la mayoría quedó al margen de este desarrollo económico. Por otro lado, las libertades otorgadas a las ciudades mermaron, también, el sistema feudal.
Las ciudades medievales fueron muy activas. Al contrario de lo que sucedía en el campo, la división de tareas caracterizó la vida económica urbana y la vida cultural recobró importancia.
Los habitantes de la ciudad se especializaban en un oficio y compraban en el mercado lo que no producían. Los artesanos de un mismo oficio y los comerciantes se agruparon en gremios.
Los gremios fijaban los procedimientos de fabricación, las normas laborales, las horas de trabajo y los salarios. También aseguraban la destreza en el oficio: se accedía al grado de oficial tras un aprendizaje de diez años, como mínimo, en el taller de un maestro.
Así, los productos eran semejantes en calidad y en precio. Nadie podía ejercer un oficio si no pertenecía al gremio respectivo. Los gremios eran muy poderosos y, frecuentemente, se enfrentaron con violencia por el control de la ciudad.

Al principio, había igualdad en la ciudad: la sociedad urbana contrastaba con la jerarquización feudal. Con el tiempo se acentuaron las diferencias entre ricos y pobres y nació el concepto de ciudadanía: para ser ciudadano y obtener las ventajas urbanas, había que tener recursos para pagar un impuesto especial a la comuna y poseer una casa en la ciudad.
Ciudadanos eran los más prósperos: los que se dedicaron a la industria textil, la más importante en la Edad Media, y los mercaderes de paños y objetos de lujo. En el nivel más bajo estaban los trabajadores marginados que no accedían a la ciudadanía y se excluían de los gremios.
Como las actividades urbanas requerían nuevos conocimientos como, por ejemplo, llevar libros de cuentas, escribir cartas o redactar inventarios, los burgueses fundaron las primeras escuelas laicas. Así, la actividad intelectual dejó de ser exclusiva del clero.
También se fundaron las primeras universidades, que introdujeron al sistema antiguo de enseñanza estudios de leyes y de teología y otras disciplinas como, por ejemplo, la medicina.
Desde el punto de vista religioso, el contraste entre ricos y pobres provocó una necesidad de reforma. De esta manera surgieron en el siglo XIII las órdenes mendicantes: franciscanos y dominicos.
Ambas adoptaron una moral basada en la austeridad y se instalaron en las ciudades, relacionándose con sus problemas. Sus ocupaciones principales fueron la prédica y la enseñanza.
Más trabajo y nuevas aspiraciones
“Nadie puede ser tejedor de lana si antes no ha comprado el oficio del Rey (…) cada uno puede tener en su mansión dos telares (…) y cada hijo de maestro tejedor puede tener dos en la casa de su padre mientras que esté soltero y si él sabe trabajar con sus manos. Cada maestro puede tener en su casa un aprendiz, no más (…) y nadie debe empezar a trabajar antes de levantar el sol, bajo pena de una multa de doce dineros para el maestro y seis para el oficial. Los oficiales deben cesar el trabajo desde que el primer toque de vísperas haya sonado, pero deben arreglar sus cosas después de estas vísperas.”
E. Boileau
Los miembros de la orden franciscana obedecían a la prédica de San Francisco, hijo de un rico mercader italiano de la ciudad de Asís, que en 1 206 había abandonado a los suyos renunciando a todos sus bienes. San Francisco, que llevaba una vida de pobreza y mendigaba para obtener el sustento diario, pronto tuvo muchos seguidores. Por eso. en 1210 el Papa Inocencio III aprobó su regla que exigía vivir de acuerdo con el principio de la pobreza evangélica. De esta manera nació la orden franciscana que se consagró por entero a la conquista espiritual de los hombres. En 1 228, dos años después de su muerte, Francisco de Asís fue canonizado por el Papa Gregorio IX.

EL COMERCIO EN LA EDAD MEDIA[14]

A partir del siglo XII, se dieron profundos cambios en Europa, el comercio en la Edad Media: la economía rural y cerrada, propia de la época feudal se transformó, gradualmente en una economía abierta y comercial.
Entonces, la industria, los mercados y el dinero recobraron importancia. Este renacimiento comercial, que llegó a su auge en el siglo XIII. se debió, fundamentalmente, a las siguientes causas:
- Aumento de la producción agrícola, pues generó un excedente de productos que debieron ser vendidos fuera de su área.
- La paz en Europa, que ofreció seguridad en los caminos y en los mares, luego de varios siglos de conflictos.
- Aumento de la población debido a la disminución de las guerras y al mejoramiento de las condiciones alimentarias, que provocó la necesidad de satisfacer los requerimientos de más gente cada vez.
- Las cruzadas, que abrieron nuevos caminos comerciales marítimos y terrestres y revitalizaron el comercio entre Oriente y Occidente.
La población y sus necesidades
A pesar de las escasas fuentes que tenemos para calcular el volumen de la población en la Edad Media, se sabe, por aproximaciones basadas fundamentalmente en la extensión de los cultivos, que desde el siglo XII hubo un gran aumento demográfico en Europa. Los historiadores opinan que hacia el año 1 100 la población europea era de unos 48 millones de habitantes; hacia el 1 200 pasó a ser de 61 millones de habitantes y en el 1 300 superó los 73 millones. Este aumento demográfico, que exigió un mayor desarrollo económico, al mismo tiempo propició una mayor disponibilidad de mano de obra.

La actividad comercial e industrial de la Edad Media se destinó, principalmente, a satisfacer las necesidades básicas de la población: alimentación, vestido y vivienda. La industria de la alimentación fue la que más se desarrolló, pese a que la mayoría de los productores trabajaban en pequeño volumen y a que casi todo este comercio en la edad media se efectuaba en la corta distancia que mediaba entre el campo y la ciudad. Sin embargo, siempre hubo ciertos productos alimenticios que sólo podían obtenerse de lugares más lejanos, y algunas zonas, como por ejemplo Flandes y Noruega, se veían obligadas a importar incluso sus alimentos esenciales de lejos. Entre los productos alimenticios que más se comerciaron figuran los cereales, los productos lácteos, la sal y la cerveza.
Un nuevo personaje: el mercader

Al fortalecerse el comercio en la edad media, se formó en Europa una clase de comerciantes profesionales o mercaderes que, con su profesión, relegaron la actividad agraria a un papel secundario. Estos mercaderes crearon una mentalidad propia, muy particular.
La mayoría de los mercaderes era de origen rural: personas que se habían visto forzadas a abandonar el campo por el aumento de población y la falta de tierras, optando por un estilo de vida errante y azaroso. Entre esta masa de desarraigados y aventureros se formaron los primeros comerciantes.
Los primeros comerciantes sólo recorrían pequeñas distancias para vender sus productos, pues los caminos eran malos y los bandidos los asaltaban con frecuencia. Además, cada vez que cruzaban un feudo, el señor feudal los obligaba a pagar un impuesto o les confiscaba sus mercancías.
Estos comerciantes vendían sus productos al menudeo. Sus mercancías eran, principalmente, artículos de primera necesidad como, por ejemplo, sal, cerveza, miel, lana y cereales.
A finales del siglo XII en cambio, los mercaderes se volvieron errantes. Se trasladaban con sus mercaderías de lugar en lugar y vendían sus productos en ferias que se celebraban en fechas y lugares establecidos. Por eso se los llamó pies polvorientos.
Los pies polvorientos usaron animales de carga -en particular, caballos- para transportar sus mercancías. Otro vehículo muy utilizado por estos primeros comerciantes fue el carro de cuatro ruedas, tirado por caballos o por bueyes.
Para compensar las dificultades, los peligros y el costo del camino, los pies polvorientos vendieron no sólo productos de primera necesidad sino, también, productos de lujo como perfumes, especias y tintes que les dejaban un amplio margen de ganancias. También usaron las vías fluviales y las marítimas.
A partir del siglo XIV los mercaderes se volvieron sedentarios pues el volumen creciente de sus mercaderías dificultó su traslado de feria en feria. Entonces, comenzaron a establecerse en determinadas ciudades y comenzaron a vender al por mayor.
El primer tipo de el comercio en la edad media que cobró importancia en la Edad Media fue el comercio local, es decir, el que se efectuaba del campo a la ciudad. A través de este comercio, los campesinos libres y los señores feudales vendían sus excedentes a la ciudad: productos agrarios, madera, cuero y lana principalmente.
Luego, con las ganancias obtenidas con sus ventas, compraban en las urbes mercancías más elaboradas de las que no disponían en el campo como, por ejemplo, telas y herramientas.
El comercio local nunca desapareció. Sin embargo, fue el comercio a larga distancia o internacional el que caracterizó el renacimiento económico de la Edad Media.
Desde principios del siglo XII, la superpoblación, el hambre y las guerras habían bandeado a un número considerable de individuos, errantes, privados de todo, que pasaron a engrosar la multitud de mendigos o peregrinos ya existente. Entonces, algunos se dedicaron a pequeños negocios (…) Probaron una nueva suerte que nada tenía en común con las actividades tradicionales. Así pues, uno puede suponer que estos mercaderes crearon una mentalidad propia, muy particular. Esta gente, que hizo tabla rasa de sus antiguos vínculos, se lanzó a la aventura (…) buscando, ante todo, un rápido enriquecimiento. Los cronistas de la época hablan de advenedizos, de hombres sin fe y sin ley, sin escrúpulos, que por sus costumbres y modos difieren de los demás hombres.
J. Heers. Historia de la Edad Media

La mayoría de las ciudades medievales del siglo XII eran pequeños centros donde los habitantes del campo circundante ofrecían un excedente de su producción a cambio de objetos elaborados en la ciudad como, por ejemplo, zapatos, o de artículos que llegaban a ella procedentes de otras regiones. Las ciudades reunían el excedente de su propia zona y lo pasaban a otras regiones y, al mismo tiempo, recibían parte del excedente de otras regiones y lo distribuían en su territorio. Para concentrar estos movimientos de compra-venta, las ciudades organizaron ferias que se celebraban una vez a la semana.
El comercio internacional y sus centros
El renacimiento del comercio en la edad media se dejó sentir en toda Europa, pero hubo dos grandes focos donde éste se concentró: Italia del Norte y Flandes. Ambas eran zonas muy pobladas que se dedicaban a la manufactura de tejidos, de objetos de metal y de cerámica.
Italia se benefició del comercio internacional, pues estaba al centro de una antigua red vial romana y al medio del Mediterráneo. Por ello, y como consecuencia de las cruzadas, sus ciudades controlaron el comercio con Oriente. Los puertos más beneficiados con ello fueron Venecia, Génova y Pisa.
A través del Mediterráneo, Italia vendía a Oriente productos propios y artículos traídos del norte de Europa. De Oriente, los comerciantes italianos llevaban a Europa especias, sedas y perfumes.
Otra zona comercial que gozaba de una situación estratégica era Flandes que se hallaba frente al mar del Norte y en la que desembocaban varios ríos europeos, como el Rin y el Mosna.
La región de Flandes perteneció a una importante liga comercial, la liga Hanseática, que comerciantes alemanes habían organizado con las ciudades de Hamburgo, Lübeck. Rostock y Stettin a la cabeza. Esta liga monopolizó las exportaciones del norte de Europa, desde Novgorod en la actual Rusia, hasta Londres.
De esta manera la liga Hanseática consolidó un importante tráfico de trigo, madera y pieles que, en Flandes, se reunía en la ciudad de Brujas, que fue su principal puerto de almacenaje y redistribución.
Flandes exportaba los productos de estas regiones al resto de Europa a cambio de artículos de Europa del centro y del sur y de objetos de Oriente. Exportaba, también, sus propios tejidos.
Para comerciar a larga distancia, los comerciantes medievales contaron con tres rutas: las vías terrestres, las fluviales y las marítimas. Aunque el transporte terrestre permitía alcanzar zonas del interior sin ríos, fue siempre el más caro y penoso, pues los caminos eran malos e inseguros y se debía pagar gran cantidad de impuestos.
Por seguridad, los mercaderes preferían el transporte fluvial. Las redes fluviales más importantes fueron las del río Po, el Ródano, el enrejado de ríos de la zona de Flandes. el Rin y el Danubio. Sin embargo, el medio fluvial también estaba sujeto a impuestos.
El medio de transporte más barato fue el marítimo, por eso fue el preferido a pesar de los riesgos de naufragio y de piratería, de la poca capacidad de las naves y de la lentitud del viaje. Además, un solo barco podía llevar las cargas de varios comerciantes a la vez.

Organizaciones comerciales en el comercio en la Edad Media
En los mares del norte, comerciantes alemanes organizaron una red de casas comerciales que compraban y vendían productos desde Inglaterra hasta Rusia. Esta red comercial conformó una corporación, la liga Hanseática, cuya sede se hallaba en Lübeck. La liga llegó a incluir 200 ciudades. Las naves hanseáticas transportaban una gran variedad de artículos: miel y pieles de Rusia, pescado de Escandinavia y lana de Inglaterra, entre otros productos más.
La actividad comercial se impuso en toda Europa en el transcurso del siglo XIII. Dentro de un ambiente de plenitud económica, alcanzaron gran importancia las ferias, grandes mercados situados en zonas de contacto entre el comercio mediterráneo y el nórdico, a las que acudían mercaderes de todos los lugares de Europa.
Las ferias no eran mercados permanentes, pues sólo se realizaban en ciertos períodos del año. Su celebración duraba varios días. A estas citas comerciales acudían, también, titiriteros y juglares, que añadían a la celebración un carácter festivo.
De todas las ferias que se celebraban en la Edad Media, las que alcanzaron mayor renombre fueron las ferias de Champaña, que se instalaban en la llanura francesa de ese nombre, a medio camino entre Venecia y Brujas. Las ferias de Champaña eran, por lo tanto, lugares de encuentro entre los comerciantes flamencos e italianos.

Otros instrumentos del comercio en la Edad Media
Paralelamente al desarrollo comercial a larga distancia, se produjo un desarrollo monetario a través del cual la acuñación y la circulación monetaria aumentaron.
Las primeras monedas que cobraron un valor internacional y que, por lo tanto, tenían vigencia en varios países, se hicieron a fines del siglo XII en Venecia: los matapanes de plata. Después, Francia, Flandes e Inglaterra acuñaron, también, monedas internacionales de plata.
La acuñación de oro en cambio, fue propia del siglo XIII. A partir de entonces, la mayoría de los países europeos adoptó el bimetalismo monetario: el uso de monedas de plata y de oro.
Para agilizar las transacciones comerciales se formaron los primeros bancos y aparecieron los banqueros, que se especializaron en reconocer las diferentes monedas, su peso y sus equivalencias.
Con el tiempo, los banqueros se volvieron prestamistas que cobraban intereses por los préstamos que realizaban, aceptaban velar por los ahorros, abrían libros de cuenta y efectuaban transferencias monetarias para sus clientes.
Puesto que viajar con grandes sumas de dinero era muy incómodo como peligroso, la mayor parte del comercio comenzó a realizarse en forma de transacciones a crédito.
También se utilizaron las letras de cambio: un acuerdo entre un prestamista y su deudor en el que el dinero prestado podía devolverse un tiempo después en un lugar diferente al del préstamo y en otra moneda diferente a la prestada.
De esta manera, un mercader italiano que quisiese comprar, por ejemplo, tejidos en Flandes, podía pedir una letra de cambio en esa región y comprar lo necesario y un tiempo después, pagarlo en Italia. Las letras de cambio eran empleadas no sólo por comerciantes sino, también, por otros viajeros, con el mismo fin que los modernos cheques de viaje.
Aunque las ferias se celebraron en todos los países europeos, en los siglos XII y XIII todas quedaron relegadas por las ferias de Champaña: seis ferias que se celebraban a lo largo de todo el año una vez en la aldea de Lagny, otra en Bar-sur-Aube, dos veces en Provins y tres en Troyes. Estas ferias destacaron sobre todas las demás porque los condes de Champaña las protegieron liberando de impuestos a los comerciantes que acudían a ellas. Sobresalieron, también, por su situación geográfica, que las convirtió en el principal lugar de encuentro de los mercaderes. Por eso, en aquella época, la meta más importante de cualquier comerciante eran las ferias de Champaña. Las ferias decayeron en el siglo XIV. cuando los comerciantes se volvieron sedentarios.
AI principio, los mercaderes portaban consigo el dinero. Con el tiempo, las operaciones comerciales se volvieron difíciles a causa de la diversidad de monedas y de valores existentes. Para efectuar cambios de dinero y agilizar las transacciones, aparecieron los primeros cambistas, que ubicaban delante de su tienda un banco, sobre el que colocaban las diferentes monedas. Otro instrumento importante para su actividad era la balanza: el peso de las monedas permitía establecer la cantidad de metal precioso que contenían y, con ello, fijar su valor. Muy pronto los cambistas recibieron los ahorros de la gente y los invirtieron en empresas lucrativas y en préstamos. De esta manera nacieron los bancos.

REFERENCIAS
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Historia Universal. (2020). El Comercio en la Edad Media. Obtenido de Mi Historia Universal: https://mihistoriauniversal.com/edad-media/el-comercio-en-la-edad-media
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[1] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 107).
[2] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 213).
[3] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 163).
[4] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 104).
[5] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 250).
[6] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 199).
[7] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 166).
[8] (Borisov & Zhamin, 2009, pág. 5).
[9] (Rosental & Iudin, 1959, págs. 186-187).
[10] (Rosental & Iudin, 1971, págs. 172-173).
[11] Fuente: (Luján, 2016).
[12] (Historia Universal, 2020).
[13] (Historia Universal, 2020).
[14] (Historia Universal, 2020).