BREVES REFLEXIONES SOBRE EL PAPEL DE LAS INSTITUCIONES EN EL DESEMPEÑO ECONÓMICO

ISAdORE NABI

A. INTRODUCCIÓN

(North, 1990, pág. 107) señala que las instituciones son “(…) son el determinante subyacente del desempeño a largo plazo de las economías.”

Por consiguiente, (North, 1990, pág. 107) plantea que una teoría dinámica de cambio de la sociedad debe partir de un modelo de cambio institucional. Sin embargo, en el mismo lugar el autor referido reconoce que las instituciones son un constructo social[1] (y como tal, depende de las ideas de la sociedad), por lo que un modelo de dinámica de cambio social no puede partir de las instituciones, sino que debe partir de la base de la sociedad o estaría construyendo un modelo superficial por cuanto la misma base de partida no sería tal en tanto está sujeta a los cambios de otra cosa. ¿Qué condiciona las ideas del conjunto social en un determinado momento histórico? Indudablemente el tipo de economía imperante en ese momento. Puesto que (Ricardo, 2001, pág. 5) señaló que la economía era la ciencia de la distribución del ingreso y (George, 2003, pág. 68) generalizó esto señalando que era “(…) la ciencia que trata de la naturaleza de la riqueza y leyes de su producción y distribución”, una alternativa para construir un modelo dinámico de cambio social coherente con el hecho de que las instituciones son constructos sociales (y que estos constructos son diferentes en cada etapa histórica del desarrollo económico de la humanidad) es decir que, partiendo (como lo hizo Marx) del hecho que la economía es la ciencia que versa sobre las relaciones existentes entre distintos grupos sociales[2] (que son clases sociales en el contexto de que sus intereses económicos y políticos sean antagónicos) al interior del proceso de producción (siendo el proceso de circulación y de distribución derivados del proceso de producción y determinados en última instancia por este), tales modelos partan no de las instituciones sino de las relaciones sociales antes descritas.

B. DEFICIENCIAS TEÓRICAS DE LA TEORÍA NEOCLÁSICA EN SU ANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES SEÑALADAS DESDE EL INTERIOR DE ESTA ESCUELA

(North, 1990, pág. 107) señala que los cambios que deben hacerse en la teoría neoclásica para incorporar el análisis institucional en ella son:

B1. Incorporar el postulado de racionalidad procesal[3].

El postulado de racionalidad instrumental neoclásico supone que los actores tienen la información necesaria para evaluar correctamente las alternativas y tomar decisiones para lograr sus fines, lo que implica la existencia de un conjunto concreto de instituciones e información (North, 1990, pág. 108). Puesto que, en opinión de North, los actores están imperfectamente informados y diseñan modelos subjetivos como guías para sus elecciones y sólo pueden corregir sus modelos guía de manera muy imperfecta con retroalimentación de información, el postulado de racionalidad procesal se vuelve esencial. Esto está más alineado con la teoría neoclásica de las expectativas adaptativas que con las expectativas racionales[4].

(Thaler, 1979, págs. 57-59), ganador del premio conmemorativo en 2017 por esta investigación, señala que el consumidor promedio (por diversas razones) toma decisiones irracionales. Esto es consistente con lo planteado por North en el sentido de que los consumidores, al menos en general, no toman las decisiones óptimas, aunque difiere en los motivos[5]. Sin embargo, estas diferencias pueden ser perfectamente conciliadas: los individuos promedio toman decisiones irracionales producto de información incompleta, insuficiencia de tiempo dedicado a la toma de decisiones y corrección imperfecta. Por consiguiente, es cierto lo que señala North respecto al papel esencial que desempeñan las instituciones para orientar al individuo buscando completar y perfeccionar su información, mitigando mediante acciones de política pública (por ejemplo, educación financiera) las fallas de racionalidad resultantes de la falta de tiempo de análisis que caracteriza al promedio de los miembros de la sociedad, derivando de ello que los individuos tomen consciencia de sus propios intereses (y no crean que sus intereses son los de otros u otros, que en la práctica sean antagónicos a los suyos[6]), puedan tomar las mejores decisiones para maximizar sus ganancias en función de sus intereses y con ello estimular la competitividad y, así, la dinámica económica y de cambio social en general.

Que el planteamiento de North sea válido no entra en conflicto con que la base de partida de su modelo dinámico de cambio social no lo sea, sino que un mejor modelo dinámico de cambio social permitirá mejores diagnósticos sobre la irracionalidad en la toma de decisiones del consumidor promedio y, con ello, también viabilizará políticas públicas eficientes (emanadas desde las instituciones) para contrarrestar el problema.

B2. (North, 1990, pág. 107) plantea lo siguiente como esbozo de las implicaciones de las instituciones para el análisis estático del desempeño económico:

B2.1. “Los modelos económicos (y políticos) son específicos de constelaciones particulares de restricciones institucionales que varían radicalmente tanto a lo largo del tiempo como transversalmente en diferentes economías.” (North, 1990, pág. 110). Esto implica que la teoría neoclásica debe incorporar en sus análisis una visión histórico-social de los procesos económicos, porque sólo esta clase de visión permite tomar en consideración particularidades institucionales y económicas en el tiempo.

B2.2. “Una incorporación consciente de las instituciones obligará a los científicos sociales en general, y a los economistas en particular, a cuestionar los modelos de comportamiento que subyacen en sus disciplinas y, en consecuencia, a explorar mucho más sistemáticamente de lo que se ha hecho hasta ahora las implicaciones del costo e imperfecto procesamiento de la información para el consecuente comportamiento de los actores.” (North, 1990, pág. 111). Sobre esto debe señalarse, como el mismo autor reconoce (p. 107) que existen otras teorías (North señala a la teoría marxista) que sí poseen modelos de cambio dinámico de la sociedad que considera el rol de las instituciones. Sin embargo, North descarta otras opciones aludiendo a que son bastante imperfectas, sin fundamentar científicamente por qué[7].

B2.3. “Las ideas y las ideologías importan, y las instituciones juegan un papel importante en determinar cuánto importan. Las ideas y las ideologías dan forma a las construcciones mentales subjetivas que las personas utilizan para interpretar el mundo que los rodea y tomar decisiones. Además, al estructurar la interacción de los seres humanos de ciertas maneras, las instituciones formales afectan el precio que pagamos por nuestras acciones, y en la medida en que las instituciones formales se estructuran deliberada o accidentadamente para reducir el precio de actuar de acuerdo con las ideas de uno, proporcionan libertad de los individuos para incorporar sus ideas e ideologías en las decisiones que toman. Una consecuencia clave de las instituciones formales son los mecanismos, como los sistemas de votación en las democracias o las estructuras organizativas en las jerarquías, que permiten a los individuos que son agentes expresar sus propios puntos de cista y tener un impacto muy diferente en los resultados que aquellos implicados en el modelo simple de grupos de interés que ha caracterizado gran parte de la teoría económica y de elección pública.” (North, 1990, pág. 111).

B3. Finalmente, (North, 1990, pág. 107) explora las implicaciones del análisis institucional para la construcción de una teoría dinámica del cambio económico a largo plazo planteando que:

“Integrar el análisis institucional en la teoría neoclásica estática implica modificar el cuerpo teórico existente. Pero idear un modelo de cambio económico requiere la construcción de un marco teórico completo, porque tal modelo no existe. La dependencia de la trayectoria es la clave para una comprensión analítica del cambio económico a largo plazo. La promesa de este enfoque es que extiende los bloques de construcción más constructivos de la teoría neoclásica, tanto el postulado de escasez/competencia como los incentivos como fuerza impulsora, pero modifica esa teoría al incorporar información incompleta y modelos subjetivos de la realidad y los rendimientos crecientes característicos de las instituciones. El resultado es un enfoque que ofrece la promesa de conectar la actividad económica a nivel micro con los incentivos a nivel macro proporcionados por el marco institucional. La fuente del cambio incremental son las ganancias que obtienen las instituciones y sus empresarios al adquirir habilidades, conocimientos e información que mejorarán sus objetivos. La dependencia del camino proviene de los mecanismos de rendimientos crecientes que refuerzan la dirección una vez establecido en un camino.” (North, 1990, pág. 112).

Como lo reconoce el mismo Samuelson, la teoría neoclásica no es una teoría compatible con los requerimientos de un modelo científico sobre la realidad económica observable (que requiere ciertas consideraciones apriorísticas) y, como lo indican Thaler y el mismo North, tampoco con la dinámica económica observable. Por tanto, la construcción de un análisis institucional desde la ciencia económica debe hacerse desde enfoques alternativos que muestren verdadera solidez científica, debido a que los modernos modelos neoclásicos siguen sin solventar las críticas realizadas por la escuela postkeynesiana y usarlos para el análisis económico es equivalente a usar la gravedad de Newton para analizar las relaciones de los cuerpos celestes en lugar de la gravedad relativista planteada por Einstein, es decir, es equivalente a no reconocer los hechos científicamente demostrados.

La teoría marxista, como teoría económica que también es teoría política, sociológica e histórica, es una teoría adecuada para dar cuenta del papel de las instituciones y su rol en la lucha de clases y el desempeño económico.

C. REFERENCIAS

George, H. (2003). La Ciencia de la Economía Política. Buenos Aires: Biblioteca Virtual Universal. Retrieved from https://biblioteca.org.ar/libro.php?texto=89772

Jiménez, F. (2011). Crecimiento Económico. Enfoques y Modelos. (P. U. Perú, Ed.) Lima: Fondo Editorial. Retrieved from https://www.academia.edu/44588905/f%C3%A9lix_Jim%C3%A9nez_CreCimiento_eCon%C3%B3miCo_enfoques_y_modelos

Nitzan, J., & Bichler, S. (2009). Capital As Power. A Study of Order and Creorder. New York: Routledge. Retrieved from https://www.academia.edu/en/7346507/Capital_as_Power_A_Study_of_Order_and_Creorder

North, D. C. (1990). Institutions, Institutional Change and Economic Performance. Cambridge, United States: Cambridge University Press. Retrieved from https://www.cambridge.org/core/books/institutions-institutional-change-and-economic-performance/AAE1E27DF8996E24C5DD07EB79BBA7EE

Pasinetti, L. (1984). Lecciones de Teoría de la Producción. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. Retrieved from https://www.academia.edu/5039957/Pasinetti_Lecciones_Teoria_Produccion

Ricardo, D. (2001). On the Principles of Political Economy and Taxation. Kitchener, Canadá: Batoche Books. Retrieved from https://socialsciences.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/ricardo/Principles.pdf

Samuelson, P. (1966). A Summing Up. The Quarterly Journal of Economics, 568-583. Retrieved from https://www.jstor.org/stable/1882916

Thaler, R. (1979). Toward a Positive Theory of Consumer Choice. Journal of Economic Behavior and Organization, 39-69. Retrieved from https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/0167268180900517


[1] “No podemos ver, sentir, tocar o incluso medir las instituciones; son construcciones de la mente humana.” (North, 1990, pág. 107).

[2] Diferentes grupos implican diferentes tipos de participación en el ingreso y, por lo tanto, la distribución.

[3] El postulado de la racionalidad procedimental es un concepto desarrollado por el economista Douglass North, ganador del premio conmemorativo a Alfred Nobel. Establece que los individuos y las organizaciones toman decisiones basadas en reglas y procedimientos, en lugar de prejuicios personales y preferencias subjetivas. El postulado afirma que los individuos y las organizaciones están motivados por el deseo de maximizar su propio interés y persiguen sus objetivos siguiendo un conjunto de reglas y procedimientos acordados que guían su comportamiento. Esta visión de la toma de decisiones destaca la importancia de las instituciones y el papel que desempeñan en la configuración del comportamiento individual y la promoción de la eficiencia económica. Véase el capítulo 3 de la obra de North que se está estudiando.

[4] El modelo de expectativas racionales describe un agente optimizador que no se equivoca sistemáticamente, es decir, sus predicciones (distribución subjetiva de probabilidades) tienden a coincidir con las predicciones de la teoría económica (distribución objetiva de probabilidades); los agentes buscan maximizar una función objetivo a partir de la formalización de un “juego” (en el sentido de la teoría de juegos) en donde el cambio en las reglas de este lleva a modificar la estrategia óptima. Por su parte, el modelo de expectativas adaptativas establece que la predicción de la variable económica de interés en el período presente es calculada por el agente económico como el promedio ponderado (por β, mayor que cero y menor que uno, que es la fracción de su error anterior de predicción anterior que corrige dicho agente) entre el valor efectivo de la variable en el período anterior y su valor estimado. Según esta teoría, bastaría que se produjera un cambio inesperado en la política para que la regla de proyección basada en la información histórica de la variable quede obsoleta. Así, un comportamiento de la variable con una tendencia sistemáticamente al alza o a la baja llevará a que los agentes comentan errores de predicción persistentes.

Este método de generar proyecciones ignora la teoría económica relevante para explicar la variable a estimar. También asume que el agente económico se equivoca repetitivamente.

[5] North parte de información incompleta, modelos subjetivos y corrección imperfecta de estos modelos, mientras que Thaler parte de insuficiente tiempo dedicado a analizar la decisión.

[6] Este fenómeno social, político y económico es el que define Marx como alienación.

[7] La Controversia del Capital de Cambridge demostró matemáticamente que los precios de los factores no están unívocamente determinados por su escasez y que tales precios no son independientes de la distribución del ingreso (Nitzan & Bichler, 2009, pág. 78), lo que ocasiona que una misma intensidad relativa del capital (la razón entre la cantidad de capital utilizada y la cantidad de trabajo utilizada en un proceso productivo dada una técnica de producción) puede expresar diferentes tasas de ganancia (fenómeno conocido en el debate como “recambio de capital” o “capital reswitching”, lo que invalida la afirmación neoclásica de que a mayor tasa de ganancia menor intensidad de capital) y que una firma capitalista que adquiere un nivel tecnológico superior puede adoptar uno inferior hasta (n-1) veces si la tasa de ganancia baja (fenómeno conocido como “reversión de capital” o “capital reversing”) (Nitzan & Bichler, 2009, pág. 79), donde n es el número de mercancías base (las mercancías que contribuyen a la determinación de todos los precios, así como también de la tasa salarial y de la tasa de ganancia) (Jiménez, 2011, págs. 213-215), (Pasinetti, 1984, págs. 128, 134, 221). Así, se desvanece en el aire la visión lineal que la escuela neoclásica posee de la economía (matemáticamente hablando, el problema de los postulados fundamentales neoclásicos es que parten del establecimiento de una relación lineal entre la tasa salarial y la tasa de ganancia), lo que reconoce el mismo Samuelson cuando señala que “No existe forma inequívoca de caracterizar diferentes procesos como más “intensivos en capital”, más “mecanizados”, más “indirectos”, excepto en el sentido tautológico ex post de haber sido adoptados a una tasa de interés baja e involucrando un salario real alto. Este tipo de tautología ha mostrado, en el caso del reswitching, que lleva a una clasificación inconsistente entre pares de tecnologías constantes, dependiendo de cuál tasa de interés prevalecerá en el mercado. Si todo esto causa dolores de cabeza a los nostálgicos de las viejas parábolas de la teoría neoclásica, deberemos recordarles que los académicos no han nacido para llevar una existencia fácil. Debemos respetar y valorar los hechos de la vida.” (Samuelson, 1966, págs. 582-583).

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BREVES ANOTACIONES SOBRE EL PAPEL DE LA VIOLENCIA EN EL SURGIMIENTO DE LA FORMACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL CAPITALISTA Y SU CONSOLIDACIÓN COMO MODO DE PRODUCCIÓN

ISADORE NABI

Karl Marx:

“Pero la acumulación de capital presupone plusvalía; la plusvalía presupone la producción capitalista; la producción capitalista presupone la preexistencia de masas considerables de capital y de fuerza de trabajo en manos de los productores de mercancías. Todo el movimiento, por tanto, parece girar en un círculo vicioso, del que sólo podemos salir suponiendo una acumulación primitiva (la acumulación previa de Adam Smith) que precede a la acumulación capitalista; una acumulación que no es el resultado del modo de producción capitalista, sino su punto de partida (…) La llamada acumulación primitiva, por lo tanto, no es más que el proceso histórico de divorciarse del productor de los medios de producción. Aparece como primitivo, porque forma la etapa prehistórica del capital y del modo de producción que le corresponde.”

Andre Gunder Frank. World Accumulation, 1492-1789. 7. Conclusions: On So-called Primitive Accumulation, 7.4. On Unending Class Struggle in Accumulation, p. 267-271.

El proceso desigual y desnivelado de acumulación fue a la vez causa (en un primer momento) y consecuencia (posteriormente como proceso retroalimentativo) de la creciente diferenciación de las fuerzas y relaciones productivas, y éstas de las diferencias en la composición e intereses de clase. Por ejemplo (…) variaciones relativamente menores en las circunstancias productivas y sociales entre Europa oriental y occidental a finales de la Edad Media permitieron, no obstante, durante la expansión económica del siglo XVI, el declive de la servidumbre y el desarrollo de las manufacturas en Europa en algunas partes de Occidente, mientras generaba o reforzaba una clase de terratenientes en Oriente cuyos intereses se oponían a un desarrollo similar y estaban ligados en cambio a la producción de productos básicos para la exportación. Para la producción de éstos, en ausencia de suficiente oposición urbana, forzaron con éxito al campesinado a una segunda servidumbre. La división del trabajo generó el desarrollo de clases poderosas de empresarios y funcionarios productivos, comerciales, políticos y militares (la distinción a menudo era difícil de hacer) cuyos intereses económicos inmediatos estaban ligados a la producción y el comercio con Europa a expensas de las masas de la población local y, en consecuencia, estas regiones no experimentaron ningún desarrollo autónomo y sufrieron el desarrollo del subdesarrollo de la misma manera que Asia y otras partes de África más tarde. Menos claro es cómo y por qué estos intereses metropolitanos y locales lograron imponerse a sí mismos y su orden económico, social y político con tanto éxito, a pesar de la oposición frecuente, si no constante, de los sectores oprimidos y explotados de la población (su oposición pasiva, activa y violenta, con algunas excepciones, no ha sido registrada en gran medida por los grupos gobernantes que han escrito la historia). En Europa misma, el proceso de diferenciación y generación de intereses en conflicto estuvo, por supuesto, lejos de ser uniforme y contribuyó a una agitada historia de conflictos internos y externos.

Como observó Marx, la fuerza y ​​la violencia fueron las comadronas de todo el proceso de acumulación originaria de capital. Gran parte de esta fuerza y ​​violencia fue organizada e institucionalizada por el Estado, cuya principal razón de ser ha sido y sigue siendo el subsidio asociado de una clase social y sector a expensas de otro. Aunque quizás todavía insuficientemente estudiado, la importancia del Estado en el sistema colonial, tanto en la patria como en la colonia, y en el sistema mercantil asociado y las guerras comerciales es intuitivamente evidente. Pero, como Adam Smith, si no todos los que lo reconocen como el padre de su disciplina, lo enfatizaron y Marx volvió a reiterarlo, el surgimiento y la acción del Estado jugaron un papel igualmente esencial en el desarrollo del capitalismo “doméstico” o “nacional” imponiendo la separación de los productores de sus medios de producción y la provisión de una fuerza de trabajo capaz de producir plusvalor, por no decir extra, plusvalía, o mediante la provisión de leyes y medidas que faciliten la realización de plusvalía por el capital. El desarrollo del Estado, y particularmente del Estado absolutista en el siglo XVII, no tuvo lugar hasta que fracasaron los intentos de construir un imperio, especialmente de los Habsburgo (…) Pero en la medida en que este sea el caso, también se puede sugerir (aunque Wallerstein dice que era intrínsecamente imposible) que el fracaso del imperio mismo fue en parte ocasionado inmediatamente por el fin de la expansión económica. Del mismo modo, se puede sugerir que el surgimiento del Estado fuerte con una soberanía nacional más limitada fue el resultado de la depresión económica en el siglo XVII, y en Francia ya en parte del siglo XVI. Esto impuso el atrincheramiento económico y exacerbó el conflicto económico, social y político dentro de las regiones vecinas y los grupos socioeconómicos al mismo tiempo que los convirtió en rivales por oportunidades más limitadas de aquellos en otras naciones en formación. Luis XIV y Colbert, por un lado, y Cromwell y el Parlamento Largo, por el otro, representaron los resultados de la depresión del siglo XVII, aunque no representaron las únicas soluciones posibles. Las políticas “nacionalistas” de sus estados fueron la respuesta, en tiempos de dificultades económicas, de compromiso y arbitraje entre grupos de interés económicos en pugna y la conversión de los intereses del ganador en política estatal y nacional. Esto fue más claramente visible en las alianzas internacionales cada vez más motivadas comercialmente y en las guerras anglo-neerlandesas, anglo-francesas e hispánicas de los siglos XVII y XVIII. Los capítulos 2 y 3 (relativos a la depresión del siglo XVII y la economía política del ciclo de expansión y rivalidad, respectivamente) distinguen entre estas entre guerras “ofensivas”, o campañas militares y diplomacia internacional durante o inmediatamente después de períodos de auge económico, y guerras “defensivas”, durante períodos de recesión económica y depresión. El lugar de las guerras “religiosas” y de sucesión dinástica, así como de todas las guerras, en el proceso mundial de acumulación de capital necesita, por supuesto, necesita mucho más estudio.

La relación del conflicto ideológico y religioso con el proceso de acumulación de capital, y con su incidencia y ritmo desiguales, también requiere un estudio más sistemático. En el contexto del materialismo histórico, el argumento de R. H. Tawney en Religion and the Rise of Capitalism (1947) de que las condiciones de este último proporcionan el contexto del primero, es más persuasivo que el de Weber en The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism (1958) de que el primero genera el segundo. He argumentado (1974, 1978) cuán insatisfactoria es esta tesis de Weber en contraste con el análisis de las relaciones de producción e intercambio en el proceso de acumulación de capital. Así, si judíos y protestantes estuvieron en Europa asociados a la expansión económica (aunque no por razones de su “ética”), su expulsión aquí y allá, y la Contrarreforma en uno u otro principado, parecería haber estado inmediatamente relacionada con la contracción económica y/o dominio renovado de los intereses territoriales y/o contracción económica[1]. Que la rebelión y la revolución están relacionadas con alteraciones en la composición de clase que surgen de cambios en las fuerzas y relaciones de producción, y en particular que a menudo son desencadenadas por crisis económicas, está ampliamente documentado, pero no analizado sistemáticamente en el contexto del proceso de acumulación como un todo. Las revoluciones inglesa, francesa y estadounidense de los siglos XVII y XVIII, analizadas en los capítulos 2 y 5 (relativos a la depresión del siglo XVII y a la depresión y revolución del período 1762-1789, respectivamente), sin mencionar las revoluciones y contrarrevoluciones posteriores y contemporáneas, están relacionadas con tales crisis económicas y políticas.

Observar y argumentar que estos eventos políticos e ideológicos superestructurales no son arbitraria o simplemente autodeterminados, sino que durante siglos han sido partes determinadas de la incidencia y el ritmo desiguales del proceso de acumulación de capital, y esto, además, no solo a escala local o nacional sino a escala mundial, no niega que a su vez ejerzan influencias cualitativamente cruciales y de largo alcance sobre este proceso de acumulación y su “infraestructura”. Por ello, el argumento central al respecto es que los movimientos políticos e ideológicos, así como los culturales y científicos, son decisivos para el proceso económico[2]. Una de mis hipótesis al respecto (presentada en los capítulos 2 y 5) es que la incidencia de grandes invenciones científicas y técnicas, así como de “revolución” filosófica y artística, es coincidente y generada o acelerada por la crisis economía (y por ello, también crisis política). Tal vez el avance científico y cultural gradual acumulativo sea alimentado y logrado durante los períodos de expansión económica, a cuya continuación también pueden ayudar a contribuir. Pero mi hipótesis es que las “revoluciones kuhnianas[3]” en los paradigmas científicos, filosóficos o culturales surgen directa o indirectamente de la crisis económica en la que “la necesidad es la madre de la invención”. En los capítulos 2 y 5 sugiero que la revolución científica del siglo XVII asociada con Galileo, Leibniz, Descartes y otros y la revolución tecnológica de finales del siglo XVIII asociada con Watt, Arkwright, Ely y otros fueron en parte crisis económicas generadas por intentos en la reducción de los costos de producción y la expansión de las fronteras económicas bajo limitaciones económicas.

Aunque hay alguna evidencia de investigación tecnológica patrocinada y financiada por el Estado y otras instituciones (y el establecimiento de sociedades e institutos científicos) asociada con la crisis del siglo XVII, el hecho de que muchos de los principales avances científicos y tecnológicos en ese entonces y desde entonces provinieran de “outsiders” extra- institucionales (Einzelgänger, autodidacta) parecerían dar aún más plausibilidad a mi hipótesis ya que son ellos los que están particularmente convulsionados por la agitación de los tiempos, y por eso son outsiders.

Mi hipótesis es que la crisis económica también se vuelve indirectamente efectiva a través de la crisis política que engendra y este efecto es particularmente fuerte en aquellos individuos (también solitarios o rebeldes) que sugieren los avances revolucionarios en la filosofía y las artes, así como en las ciencias. La mayor parte del Renacimiento coincidió con la crisis o crisis de los siglos XIV y XV, y muchas de sus figuras más importantes se movieron políticamente por ello (aunque el “Alto Renacimiento” en Italia coincidió con lo que aparentemente ya era un período de auge económico). Pero muchas de las principales figuras de la renovación filosófica y artística del siglo XVII y de la Ilustración de finales del siglo XVIII trabajaron y ganaron aceptación en tiempos de crisis económica y política. De manera similar, puede decirse que las “revoluciones” científicas, filosóficas y culturales de los siglos XIX y XX ocurrieron durante períodos de crisis económicas y políticas particulares, o que fueron generadas por ellos, y por la mediación de mentes particularmente agitadas por estas crisis. El trabajo de tales mentes, a su vez, ha tenido una influencia de largo alcance en el curso de la historia humana y en el proceso de acumulación de capital posterior. Hasta cierto punto, incluso la interpretación y escritura “revolucionaria” de la historia ha tenido y puede tener alguna influencia en el curso de la historia misma.


[1] Un argumento relacionado se encuentra en la obra de Wallerstein The Modern World-System. Vol. I. Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century (1974).

[2] Entendiendo esto como una retroalimentación de lo económico para sí (usando la terminología hegeliana), puesto que lo superestructural es un reflejo de lo económico, aunque no un reflejo pasivo.

[3] Relativas a Thomas Kuhn.